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Autocensura, Boutade, Crueldad, Enfant Terrible, Instintos, Principios
Ya apuntaba mi abuela, en su eterna y basta sabiduría, que para tener vergüenza primero hay que conocerla. Pues a los principios les pasa curiosamente algo parecido, ya que para practicarlos primero hay que tenerlos.
Si se desea ver de qué está hecho realmente un individuo nada como apelar a sus instintos más primarios, esperar y observar. El resultado es, en ocasiones, francamente dantesco y, con más estupor que temblores, se puede llegar a asistir a todo un decálogo de disparates sin igual y de una crueldad, en ocasiones, inusitada.
Porque estupidez y brutalidad, vete tú a saber por qué ley de la física, siempre parecen ir de la mano y, como ya apuntó la escritora victoriana George Eliot hace casi dos siglos, la crueldad como cualquier otro vicio, no requiere ningún motivo para ser practicada, apenas oportunidad.
Sin embargo, amigos del buen tono, es de recibo y de obligatoriedad moral informar en estos casos, aunque sepamos de antemano que el aviso caerá en saco roto, sobre los límites que nunca se deben traspasar. El ser humano no debe perder una de las capacidades más notables que le diferencian de los animales: la fascinante capacidad de autocensurarse.
Uno puede adoptar la pose de enfant terrible cuando las circunstancias le sean propicias. Si, ¿Por qué no? Incluso permitirse alguna que otra boutade de vez en cuando. Pero queridos, no perdamos los papeles ni entremos en escaladas de disparates sin fin. No olvidemos el buen tono y esas normas del saber estar que nunca han visto, con buenos ojos, visitar más de dos veces el ambigú en un acto social que se precie.
Aunque a veces las emociones nos empujen, nos arrastren e incluso, en ocasiones, nos resulte imposible evitar la llamada de la selva, no hace falta ser zoólogo para darse cuenta de que hasta en los perros hay razas y, como ya comenté en una cena con amigos, aún existe una gran diferencia, a Dios gracias, entre ser una alimaña y una zorra con principios.
Así reza el enunciado de lo que me ha dado por llamar Ley de la conservación de la Dignidad: Los principios ni se crean ni se destruyen, simplemente se transforman.
Nos vemos.
Asertivopordecretoley