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aplauso, boga, cine, colectividad, costumbres, el comportamiento, psicología de las masas, viaje
Desde que estoy aburguesado, no sé si por amancebado, y ya no socializo con la asiduidad de antaño, ni frecuento incesantemente como otrora fiestas, eventos y clubes, diría que el mundo ha estado dando demasiadas vueltas sobre sí mismo a mis espaldas. En pocas palabras y resumiendo: me he quedado obsoleto en cuanto al conocimiento de los nuevos usos y costumbres de mis congéneres.
Últimamente me entra una desazón algo extraña cuando intento comparar el comportamiento socializador, echando mano de mi memoria histórica, derivado de la pertenencia a un grupo frente a los procederes actuales. ¿Será que me he vuelto demasiado individualista y por tanto antagónico en pensamiento en lo que a la psicología de las masas según Freud se refiere? Aún no estoy seguro. Pero sí puedo afirmar que ahora es casi todo diferente: más popular y cuasi anárquico en sus planteamientos diría yo.
Aquí va un ejemplo que espero ilustre la congoja que me embarga en ciertas ocasiones y al que me ha dado por llamar: No me tientes que te aplaudo.
Que por cuestiones culturales España sea un país de palmeros no hay mente mínimamente perspicaz que lo niegue. Pero de ahí, a que te monten un simulacro de zapateao flamenco a la que te descuides y casi con cualquier excusa, creo yo que no va un paso, sino varios. Hay dos circunstancias en las que parece haberse puesto en boga jalear al respetable: tras el visionado de una película y cuando aterriza un avión.
En el primer caso, espontaneas criaturitas ellas que parecen desmelenarse cuando comienzan los títulos de crédito, me pregunto si no estaré en una representación teatral o asistiendo a alguna première con el director y los actores en mesa redonda, ya que no logro explicarme qué sentido tiene, elenco ausente, alabar de forma tan escandalosa a un plantel inexistente. Si el objeto de ese alarde de emoción es hacer partícipe a toda la sala de que a uno le ha gustado la película, lamento informar que aunque compartamos el mismo espacio, nuestra relación es meramente circunstancial y anecdótica, y, por poner un ejemplo, a la señora de la fila 3, butaca 7, no creo que le interese la opinión del señor de la hilera 11, asiento 6. Además, y por situación, en pleno proceso de vuelta a la realidad ser tan ruidoso importuna. Me gustaría saber si a estos iluminados les da por visitar un museo aplaudiendo cuadro que ven o hacer la misma operación en una tienda de ropa cada vez que se encuentran con una prenda estilosa y de buen corte. Yo, por mi parte, como experimento sociológico voy a intentarlo la próxima vez que vaya al IKEA y me guste algún diseño de librería con nombre impronunciable, a ver qué pasa.
Cuando estás viajando en avión, a la hora de aterrizar, ocurre algo similar. Es comenzar a retumbar el traka traka manual en mis oídos y no poder evitar preguntarme: ¿Qué narices andan celebrando? ¿Qué el piloto no nos ha estrellado? Hombre, pues muchas gracias por la deferecia. Estaría bueno. Será que él no es el primer interesado en intentar no dar con sus huesos en el cementerio. ¿O acaso será que están contentos de llegar a su destino? Eso último no aporta información relevante a nadie ni aunque sea la primera vez que dejes tu residencia habitual para conocer mundo. Ahora quien no viaja es porque no quiere. Por esa regla de tres, ¿Por qué no lo hacemos extensible al conductor de la línea de metro o de autobús cada vez que para en una estación? Además, amigos del cante jondo, uno debe tener un poquito en consideración el entumecimiento de cuerpo acarreado después de más de 6 horas de vuelo y el jet lag ajeno.
¿No quedaría mucho mejor limitar al ámbito más cercano, por ejemplo al compañero de butaca, a través de la comunicación verbal lo buena que te ha parecido lo película o lo maravilloso que has encontrado el viaje? Lo mismo, y con un poco de suerte, en ese alarde de interacción social menos histriónica y biunívoca puede llegar, sorprendentemente, a materializarse una futura amistad o, quien sabe, si el gran amor de una vida. Lo que es seguro es que a la larga no sólo sale ganando uno, sino por extensión, y aunque no lo parezca en un principio, todo el entorno.
Nos vemos,
asertivopordecretoley